martes, 22 de septiembre de 2009

beatriz la escribana

Hola me llamo Jazmín, soy una mujer de 30 años, muy blanca de piel, rubia natural y de ojos celestes, buenas medidas 90-58-89 y 1.65 metros de estatura. Escribana Pública de profesión y con poca experiencia en el sexo producto de mi timidez. Esto que voy a contarles me sucedió hace un tiempo en el Banco y fue una experiencia inolvidable. A decir verdad por mi profesión de Escribana Pública, lo cual me debería producir el ser una persona ordenada, soy todo lo contrario y muy despistada. Si bien soy responsable en mi profesión, cuando tengo que hacer un trámite llevo todos los papeles muy desordenados y quien debe atenderme en la ventanilla me tiene que tener demasiada paciencia, y ni que hablar de las demás personas que esperan ser atendidas. Tal mi costumbre, hace un tiempo fui al banco y con tanta mala puntería que de las tres cajas habilitadas, solo atendían en una y detrás de mi se formó una hilera bastante considerable de gente. Si reparar en ello, fui sacando de a uno los formularios y boletas que debía pagar, lo que llevó al cajero a estar por espacio de unos treinta minutos para atenderme, cuando concluí me aparte a un mostrador y comencé a ordenar todos los comprobantes de pago. Estaba en esos menesteres, cuando se me acerca un señor de mediana edad, unos cuarenta y cinco años y vestido con ropas muy informales. En voz muy baja y al oído me hizo una sería advertencia “La próxima vez que te vea en el Banco y que estés delante de mi y hagas lo que hiciste, te espero en la puerta, te llevo por la fuerza a mi casa y te rompo ese blanco y apretadito culo que tenes ¿me entendiste?”. Hizo la advertencia y se marcho muy rápidamente. A pesar de mi timidez, intente contestarle que era un grosero, pero solo lo mire como se retiraba, estaba muy tostado y al verlo marchar era muy erguido y elegante para caminar y a pesar de la grosería que me había dicho, lo hizo con un tono de voz clara y locuaz. Cuando salí un poco sonrojada, lo veo nuevamente hablando con otro señor que respetuosamente le decía doctor, y este le contaba que había estado de vacaciones y que ese día había llegado. Se lo veía expresarse muy educadamente con su ocasional compañía, nada que ver que el improperio que me había lanzado. Subí a mi coche y espere para ver hacía donde se dirigía y lo vi entrar en una muy lujosa casa, casi lindante con el Banco. Pase toda la tarde pensando en su advertencia, y sentía dos raras sensaciones, una de impotencia por no haberle contestado y otra que no era una persona común y corriente, era un apuesto profesional. Si bien tengo una vida sexual activa, no lo ha sido tanto como el de cualquier chica de mi edad, a mis treinta años, tuve dos novios y un par de ocasionales amantes, y este extraño me hacía mención a uno de los atributos a los que menos importancia le dan los hombres con los que he tenido sexo. Soy muy rubia, mi piel es muy clara, mis ojos son celestes y el cabello lacio largo y rubio natural. No tengo ningún rollo con mi cuerpo me siento mucho más conforme con mi busto, 90 de tasas y con mi bello rostro que con mi cola, la cual se mantiene virgen, puesto que nunca se dio la ocasión como para entregársela a nadie. Movida por la curiosidad de ver una vez más a ese extraño personaje, cuando cerré el estudio, pase por la entidad bancaria y aminore la marcha al pasar por la casa donde él había entrado. Una placa en la puerta, indicada que era abogado, Doctor Eduardo Paredes Arroyo, se leía y fijaba un horario de atención, por lo cual allí tenía su buffet. Para mi gran sorpresa repentinamente sale de su casa, muy elegantemente vestido, con un pantalón marrón y una remera de marca muy famosa al tono, zapatos mocasines y sin medias, y el tostado que había adquirido en sus vacaciones lo hacía por demás interesante y apuesto. Acelere la marcha para no ser delatada, aunque él no se percato para nada de mi presencia. Ni bien llegue a casa, fui presurosa al baño me quite todas las prendas y desnuda frente al espejo, giraba, rotaba y miraba mi traste y para nada desentonaba con el resto de mi cuerpo, aunque mis pechos, mi cabello, mi rostro y mis llamativos ojos seguían siendo mi orgullo. Me enfunde en el camisón, cene ligeramente y me puse a ver televisión, pero sin prestarle demasiada atención, solo en mi cabeza retumbaba su advertencia “La próxima vez te rompo ese blanco y apretado culo”. La curiosidad me llevó a levantarme el camisón para dejar al descubierto lo que pretendía ese hombre romperme, y tenia razón, era blanco al igual que el resto de mi cuerpo y lucía apretado. En ese momento me puse a pensar cuanto hacía que no tenía sexo y perdía la cuenta, al menos unos cuatro meses desde la última vez, y allí por primera vez repare que era mucho tiempo sin sentir a un hombre dentro de mí, pero si nadie me lo insinuaba no podía salir a hacerme la prostituta tratando de buscar uno. Para no hacerme más la cabeza me fui a acostar y dormirme lo antes posible, pero no lo lograba, retumbaban en mis oídos sus palabras y su porte, y a pesar de ser poco afecta a hacerlo, no tuve más remedios que me masturbarme pensando en ese extraño personaje, con lo cual logre un orgasmo que me dejo un tanto exhausta, y así logre conciliar el sueño. En mitad de la noche desperté, sin el camisón, totalmente acalorada y excitada por un sueño que había tenía. Lisandro mi último novio y a quien no veía desde hacía mas de dos años, estaba tendido detrás mió y me estaba haciendo sexo anal a pesar de mis suplicas, era tan real el sueño que aún despierta sentía su pene dentro de mi estrecho ano, y cuando repare bien me hallaba en la misma posición del sueño con mis rodillas ligeramente apoyadas contra las sabanas y uno de mis dedos hundido cuan largo es dentro de ese lugar al que nunca antes hombre alguno me lo había insinuado hacer. Avergonzada por lo sucedido, retire rápidamente el dedo y un ardor sentí allí, pero a su vez un cosquilleo que nunca antes había percibido. Pensé “Me estoy volviendo loca”, si estuve treinta años sin hacerlo por allí, solo por las insinuaciones de ese hombre ahora repentinamente adquiría un inusitado deseo de hacerlo. Hasta llegue a pensar en llamarlo a Lisandro, pero para que?, él estaba en pareja con otra chica, y solo para repetir un sueño. No, pero me juramente que la próxima vez que estuviera con algún muchacho, si este me lo pedía lo entregaría sin más. Como aún estaba bastante excitada y pensando en ese apuesto caballero, nuevamente me masturbe y por primera vez desde que lo hago, ahora mientras con una mano acariciaba mi clítoris e introducía un dedo en la vagina, con la otra frotaba mi cola y un dedo lo hacía hacer círculos en mi ano, hasta que otro y estruendoso orgasmo me aplaco y pude finalmente dormirme. Sin necesidad de hacerlo, al otro día fui al mismo Banco, me estacione en la puerta y espere pacientemente si el apuesto caballero ingresaba, pero luego de una hora de infructuosa espera, me fui al estudio. A partir de ese encuentro esa entidad bancaria se transformo en mi obsesión, lo mismo que mis masturbaciones nocturnas, en donde no solo me acariciaba mi ano, sino que ya me introducía uno, hasta llegar a hacerlo con tres dedos. Cuando creí que el encuentro no se iba a repetir, un lunes en el que debía pagar demasiadas cosas, paso lo tanto buscado. En el preciso momento en que bajo de mi automóvil con mi cartera, veo que el abogado salía de su casa y apurando el paso entre primera, de tanto en tanto veía que él estaba detrás mió, y llevaba prolijamente abrochados todos los impuestos y tasas que debía abonar, una tira de calculadora por encima y el dinero ya preparado. El destino hizo la misma jugada, solo una de las cajas estaba abierta, por lo que cuando llegó mi turno, muy tranquilamente fui sacando de uno los comprobantes y abonaba de a uno. El pobre cajero pacientemente esperaba que sacara otro comprobante para poder cobrarme y así hasta que saque el último. Había transcurrido más de media hora, y la hilera de clientes detrás de mi era cada vez mayor, cuando tuve el último comprobante en la mano, me aparte al mostrador lindero a las cajas y comencé a ordenarlos. Estaba finalizando y mi corazón palpitaba fuertemente, cuando siento que una mano me toma de mi brazo y casi arrastrándome, me lleva a paso firme hasta la puerta. Era él, su cara de furia delataba que todo lo había hecho a la perfección y lo desafié a que cumpla con su promesa. Una vez en la calle me dijo “Te lo advertí y no me diste pelote, te dije que la próxima vez que hicieras eso te llevaría a mi casa de por la fuerza y te rompería ese blanco y apretado culo hermoso que tenes”, y me siguió llevando hasta la entrada de su casa. En tanto yo le balbuceaba excusas que ni recuerdo, ya que mi excitación iba en aumento. Una vez dentro de lo que era una hermosa mansión, me llevó directamente a una de las habitaciones muy elegantemente decorada y de un empujón me arrojo sobre la cama. “Pero que hace, no sea bruto, lo voy a denunciar a la policía” dije como para no hacérsela tan fácil, pero seguía mirándome desafiantemente y mientras se quitaba su ropa me ordenó “Desvestite, no me hagas perder tiempo”, “Mire que soy Escribana, le voy a hacer una denuncia por violación” le respondía para ver cual era su reacción sin atinar a quitarme ninguna prenda, a lo que agrego “Que carajo me importa, soy abogado y penalista, soy muy conocido, ¿a quien le van a creer a vos o a mi?. Vamos no pierdas mas tiempo y desvestite ¿o te tengo que desnudar yo?”. Tímidamente y un tanto sonrojada comencé a desbrocharme la blusa, y cuando esta estaba lo suficientemente abierta como para que se me vieran los pechos, me cubrí y me levante de la cama y le dije “Usted es un bruto, no va a logar nada de mi por la fuerza” e intente contra mi voluntad retirarme de allí, pero sus manos me detuvieron en seco, y solo enfundado en un bóxer del cual ya se notaba su prominente bulto me quito bruscamente la blusa y luego a los tirones la pollera. Me hallaba frente a él solo con el sostén y mi calzón de fina lencería, me tomo entre sus brazos y sentía que me derretía, ese hombre me estaba haciendo arder de pasión, dejando de lado su brutalidad inicial, me besaba con tanta delicadeza el cuelo y sus manos no dejaban de recorrer mi cuerpo, que ya me hallaba al borde del estallido. Cuando logro tocar el botón del sostén y este se cayó, mis pechos literalmente parecieron saltar apuntando con los pezones hacia él, quien los hizo blanco de sus besos suaves y delicados, aplicándole pequeños apretones con los labios y sorberlos para que crecieran hasta casi estallar. Me sentía totalmente húmeda, cuando note que sus manos se deslizaban para quitarme la última prenda que me dejaría en la total desnudez. Me dio vueltas y mientras tomaba los pechos con sus manos y besaba mi cuello apoyo abruptamente su bulto entre mis nalgas. Era imposible disimularle mi excitación, ya que toda mi piel se halla erizada, por lo que me fue empujando hasta el borde de la cama y me hizo caer lentamente boca abajo, pero dejando que mis rodillas se apoyaran en el colchón. Esas delicadas y suaves manos, abrieron mis nalgas, hundió su cara en mi privacidad, y su lengua traviesa recorría mis partes sin detenerse en ninguna en particular, ya me sentía al borde del orgasmo, pero así en la posición en la que me hallaba, como una perra en celo, sentí que su falo tanteaba la entrada de mi vagina y apretándome bien fuerte las nalgas me las levantó para que pudiera penetrarme cómodamente. Estaba tan lubricada que sin dificultad fue entrando, que placer, cuanto hacía que un hombre no me hacía el amor de esa manera, sentía el golpetear de sus testículos en mi cola y mi excitación estaba al borde del estallido, variaba la intensidad de la bombeada, lo hacía suavemente para acelerar y ponerle un ritmo frenético, lo que provocó que entre gritos de placer lograra un orgasmo por mucho tiempo contenido. En cuanto noto que me había corrido me la saco, e imperativamente me hizo arrodillar delante de él y con voz de mando me ordeno “A ver como me la chupas y de paso sentís el gustito de tu concha caliente”, y tal como su esclava dominada me la fui metiendo en la boca. Era algo grande, más grande de lo que conocía en mi escasa experiencia amatoria, y esa inexperiencia me llevaba a no ser una experta en la práctica del sexo oral, su gusto se mezclaba con mi flujo, pero en un descuido mis dientes lo rozaron, lo que hizo que se molestara y gritándome dijo “Que te pasa tarada, no sabes chupar una pija?”, cumpliendo el rol que me había asignado pedí disculpas e intente abrir bien grande mi boca para que no se vuelva a repetir. El me tomaba de los cabellos y movía mi cabeza hacía adelante y hacia atrás, mientras yo con los labios abrigaba ese aparato que deseaba tener nuevamente dentro de mi vagina. Luego de un rato de practicarle sexo oral, otra orden “Acostate boca abajo”, y así lo hice, “Abrite con las manos ese apretado culo blanco”, y aparte mis nalgas y de inmediato sentí que su lengua escarbaba mi ano, un hormigueo recorría todo mi cuerpo cuando su lengua fue reemplazada por un dedo que dificultosamente se abría paso hacía el interior, pero como me hallaba apretando otra orden “Vamos nena soltate un poco, sino te va a doler” y ante el estimulo y tal como lo hacía como cuando me masturbaba últimamente fui abriéndome para que su dedo entrara sin dificultad, pero luego de ello nuevamente la lengua lamía y escarbaba mi virgen ano. Luego y sin perdida de tiempo apoyo la punta de su pene en mi ensalivado culito y con un suave empellón lo clavo allí donde solo habían entrado sus dedos, los míos y su lengua, la primera sensación no fue placentera, pero era tal mi calentura que ya no me importaba la incomodidad. Manejando la situación y sin soltarme de la cadera me atrajo hacía él y lentamente me la fue hundiendo. Sentía como que una cuña me partía en dos, una cuña caliente y suave y lance un suspiro mezcla de placer y dolor. Intuitivamente lleve una mano a mi conchita y comencé a frotarla, mientras ese rudo hombre ya había hundido toda su humanidad dentro de mi casi virgen canal. Comenzó a moverse del mismo modo que lo hizo con mi vagina, ritmo lento para luego acelerar, y en mis manos notaba la humedad que dejaba los flujos que salían de mi interior producto de mi indisimulada calentura. Luego de unos diez minutos de moverse detrás de mi, y ya sintiéndome una experta ayudándole yo con mis propios movimientos, note que entre espasmos y deslizando bufidos logro eyacularme, con lo cual un torrente de esperma tibio inundaba mi intestino, y lanzando yo un grito de placer también tuve un nuevo orgasmo. Cayó rendido sobre mi espalda y lentamente fue perdiendo la erección, pero yo apretaba fuertemente mi esfínter para perpetuar ese momento, aunque ya totalmente flácido ese falo se fue retirando. Cuando cumplió su advertencia, imperativamente me dijo “Bueno ahora vestite y andate que tengo que trabajar”, y lo primero que me salio decirle fue “Que ya te cansaste? No eras tan machito como para romperme el culo de prepo y no te aguantas seguir haciéndolo de nuevo?”. Con esas palabras pareció que toque su orgullo machista y se tiro encima de mí, y me hizo el amor como nunca jamás hombre alguno lo había hecho. Tuve tres nuevos orgasmos y él solo una nueva eyaculación esta vez en mi vagina. Todo termino dos horas después y me marche por demás satisfecha. Esto me dejo dos enseñanzas, la primera es que cada vez que voy al mismo Banco llevo todo preparado para no hacerle perder el tiempo ni al cajero ni a los que están detrás mió, y la segunda, que el sexo anal es igualmente placero, cuando quien me lo hace, es el abogado, a quien veo regularmente dos veces por semana.

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