martes, 22 de septiembre de 2009

doctora de urgencias

Soy médica que atiende emergencias y lo más importante tal vez para ustedes, me considero una muy bonita y sensual mujer. Tengo 29 años, cabellos castaños claros, medidas 85-58-90 y mido 1.65 de estatura., y en mis mejillas se dibujan diminutas pecas. Estoy casada con un también médico, que me ignora y mis necesidades sexuales son extremas dada su desatención. Como les dije mi esposo también médico no me atiende debidamente, y es claro que tiene no una sino varias amantes, por lo cual solo yo estoy disponible para él cuando le viene en ganas, por lo que tengo que apelar frecuentemente a la masturbación para aplacar mis ansias de sexo y hasta que me paso lo que voy a relatarles, nunca se me había ocurrido engañarlo. Una calurosa mañana ni bien tomo mi guardia, me enviaron a tratar un paciente de 52 años con síntomas de dolor agudo abdominal. Los años del paciente, escasos 2 menos que mi padre ( también médico) me llevaron a pensar que se trataba de otro de los tantos ancianos que suelo ver descomponerse en épocas estivales. Cuando llego al domicilio, me encuentro con un muy apuesto señor que para nada representaba su edad, a pesar de lo demacrado de su rostro y las pronunciadas ojeras que suponían el no haber dormido adecuadamente. Me recibió en su coqueto departamento vestido con un pantalón de dormir corto y una remera sin mangas. Al verlo quede impactada, unos musculosos brazos, firmes piernas, cabellos algo largos y muy bien arreglado y entrecano que le quedaban muy bien y lo hacían por demás muy seductor. Para completar la planilla de la empresa de emergencias, antes de revisarlo le fui haciendo preguntas privadas y cuando llegue a su estado civil, dijo divorciado. Él se hallaba sentado en cómodo sofá un poco alejada de mí, cuando me acerco para tomarle la presión arterial y la temperatura, un perfume muy varonil y exquisito inunda mi pequeña nariz, e impulsada valla a saber porque motivo, se lo hice saber, agradeciéndome con un lenguaje propio de una persona extremadamente culta. En el ambiente muy iluminado sonaba sin llegar a molestar, Mozart y uno de sus hermosos allegros. Su presión y temperatura estaban dentro de los parámetros normales, por lo que le pedí que debía revisarlo y de ser posible en una cama para poder palpar correctamente su plano abdomen. Dificultosamente caminaba delante de mí guiándome a su dormitorio y le seguía sus pasos embriagada por su perfume. Todo allí estaba meticulosamente ordenado, y en el dormitorio perfectamente acomodado se hallaba en un caballete, un costosísimo traje, una corbata muy fina al tono, la camisa blanca y sus zapatos relucientes. Por vivir solo me sorprendió el orden reinante. Cuando le pedí que se bajara un poco el corto pantalón de dormir, lo hizo hasta sus rodillas, dejando al descubierto su sexo. Nueva sorpresa, no tenía nada de vello en la zona púdica pero lo que me acaloro más de la cuenta fue su enorme tripa, algo largo y grueso, lo más grande que había visto hasta ese momento. Comencé a palpar todo el contorno de su intestino y al llegar a la pelvis, ese mazo roza mi pequeña mano provocándome una excitación extrema. Él en tanto sin inmutarse permanecía con ambas manos a un costado, en varias oportunidades palpe la zona y no hallaba indicios ni zonas que le generaran dolor, pero seguía topándome con tamaño tronco, el cual ya retiraba tomándolo con dos dedos y que de buena ganas lo haría con mi boca. Tome el estetoscopio y empecé a escuchar sus ruidos, y una gran revolución había allí, hundí mi dedo por debajo del ombligo, y mi paciente del dolor producido levanto involuntariamente sus manos, una de las cuales se poso en mis nalgas, para pedirme disculpas de inmediato, pero la situación aumento mi excitación. No hallaba más que gases, otra dolencia, y tomándole fuertemente sus lampiños testículos le pedí que hiciera fuerza como para defecar y me dijera si le dolía donde tenía mi mano, pero esta imprudencia provoco que esa manguera que tenía por pene comenzara a crecer y endurecerse, un nuevo pedido de disculpas de tan educado caballero, pero la erección no paraba hasta que la corono completamente. La miraba y no podía creer lo que veía, a su largo mínimo de unos 30 centímetros, un grosor que haría la envidia de cualquier mujer y principalmente la mía que debía conformarme cada tanto con alguna atención por parte de mi esposo. Sin darme cuenta o dándome y no queriendo quitarla, mi mano seguía sosteniendo sus testículos, le di mi opinión: no hallaba nada fuera de lo común a nivel digestivo, pero él se quejaba que el dolor era bien pronunciado en su pelvis. Entonces me contó que hacía años padecía de un agrandamiento de su próstata y viendo en su mesa de noche, divise lo que eran dos envoltorios de preservativos y una caja con más sin usar. Al preguntarle si había tenido sexo, me respondió que la tarde anterior lo había visitado una amiga suya, al repreguntarle si había sido virulento, me dijo que como siempre, que ella, de paso delato su edad 30 años, era una voluptuosa mujer a quien había conocido algo más de diez años atrás, lo cual delataba que él ya era un hombre grande y ella una chica adolescente. Sin que se lo pidiera comenzó a describirla y hacía comparaciones odiosos con mi figura, sus pechos eran, diría él, mucho más grandes que los míos, y sus nalgas perfectamente formadas igualmente, de mayor dimensiones que las mías, ingenuamente pensé debe ser una gorda, pero un retrato de ella muy ligera de ropas que reposaba en la otra mesa y que me enseño, me demostraron todo lo contrario. Era voluptuosa si, pero con un rostro muy bonito y a diferencia de mi la naturaleza la había dotado de medidas como para enloquecer a cualquier hombre. Me contó que Pato, su nombre, era muy fogosa y cada encuentro era como el primero a pesar de los 10 años que se conocían, pero que nunca había intentado convivir, eran muy amigos con sexo, nada más que eso. En una persona de su edad me sorprendió el termino “amigos con sexo”. Fue ella quien lo depilo totalmente ya que le molestaba que cuando le practicaba sexo oral sus pelos quedaran en su boca, y como ella también se depilaba su concha totalmente, aprovechaba cuando lo visitaba para hacérselo a él y mantenerse totalmente lampiños ambos. Sin que me lo preguntara y tal vez movida por la envidia que me genero su comentario, le dije que yo también me depilaba totalmente y que la gran mayoría de las jóvenes argentinas lo hacemos, restándole importancia a mi comentario. Prosiguió diciendo que su Pato, era multiorgásmica y muy estruendosa para hacer el amor y que inevitablemente le debía hacer sexo anal, ya que ella era algo que disfrutaba mucho. Como no hice comentario al respecto me miró con sus hermosos y vivaces ojos grises y me pregunto desafiantemente ¿vos también haces sexo anal?, molesta por sus comparaciones le respondí afirmativamente, pero que era algo que no me resultaba placentero solo lo hacía a pedido de mi marido y cuando a este le venía en ganas tener algo conmigo, una imprudencia de mi parte, me paso tiernamente la mano por la mejilla y me dijo cariñosamente “como un hombre tan idiota puede tener en su casa una hermosura como vos y no disfrutarla todos los días”. Los calores me invadieron y notaba que mi vagina despedía gotas de flujo de la excitación. A pesar de no ser mi especialidad le dije que debía revisar su próstata, él conocía a la perfección como era el procedimiento, yo debía introducirle un dedo en su ano para notar el tamaño de la glándula afectada, y se incomodo, me dijo que solo lo haría con una condición que luego él lo haría conmigo. Intentando frenar sus insinuaciones le puse coto, y le dije que guardara la compostura, pero sonrío tan delicadamente que pareció robarme el corazón. Se puso en cuatro como un perrito, y previo calzarme un guante descartable y untarle con un poco de gel, le introduje el dedo mayor, y al palpar su próstata esta se hallaba totalmente agrandada e hice que lanzara un grito de dolor. Si bien soy médica clínica y no uróloga, jamás había palpado un órgano tan agrandado y el meterle el dedo en el culo fue un pequeño placer más halla de mi interés profesional. Cuando le pregunte si había eyaculado con sangre, se inclino de hombros como ignorándolo, e igual gesto hizo cuando le pregunte si la o las eyaculaciones habían sido abundantes. Solo se limito a decir que habían sido dos, pero que se quito el preservativo y lo arrojo a la basura. “Bueno entonces debe darme una prueba de su semen” le dije y desafiándome me dijo mientras me alcanzaba un preservativo “Sacamela vos”, lo mire con mi cara más seria pero de buena ganas la hubiera obtenido dejándolo que me hiciera el amor con esa temeraria pija la que seguía erguida y desafiante. “No, no puedo hacerlo si estas presentes, nunca podría masturbarme sabiendo de tu presencia. En nombre de la ciencia te pido que lo hagas vos chiquita”, y ese chiquita, terminó de desarmarme del todo, por lo que le puse el preservativo y empecé a frotar ese delicioso falo para obtener el néctar necesario. Un nuevo comentario de su parte, “Así no lo vas a lograr, sino hago el amor no eyaculo”, “Pero usted que pretende, que me acueste con un desconocido, respéteme soy una médica”, pero sus desafiantes ojos color tiempo me dominaron por completo y casi al instante me estaba quitando el uniforme celeste para quedar a su vista solo con mi corpiño y mi diminuta tanga. Estaba avergonzada, era la primera vez que engañaría a mi esposo, si bien se lo merecía no era lo correcto hacerlo con un paciente dolido. En cuanto me vio los encajes se incorporo y empezó a acariciarme y besarme el cuello y las orejas, con unos labios tan sedosos que me hacían vibrar, dominante de la situación me desprendió el sostén, y comenzó a sobarme las tetas, por lo que los pezones empezaron a crecer de la excitación, todo delicado como era, me quito la tanga y cuando me tuvo desnuda me tendió en la cama y él se deshizo de su escasa vestimenta para quedar en igualdad de desnudez ambos. Besaba cada milímetro de mi cuerpo y lograba arrancarme delicados gemidos de placer, ni que decir cuando se dedico a jugar con su lengua en mi sexo, la piel de gallina que logro se apoderara de mí, nunca nadie antes lo había obtenido. De un brinco por demás atlético por su edad, asumió la posición del 69, y delante de mi rostro tenía ese caño duro, largo y grueso, que primero tímidamente pero luego llevada por el deseo introduje lo que puede de él en mi boca. Luego de unos minutos de brindarnos placer mutuo, y manejándome como una muñequita me giro se colocó detrás de mí, y me fue penetrando por mi ardiente concha que ya chorreaba cataratas de flujo, lo sentía entrar y me sentía en entre nubes, que placer semejante poronga dentro de mi estrecha vagina haciéndome vibrar de la calentura contenida. Una posición determinada no le gustaba y me colocaba en todas las formas que se le antojaban para que cada vez que lo recibía arrancarme expresiones de puro placer. En los casi cuarenta minutos de sexo, tuve dos orgasmos que me brotaron de lo más interno de mi ser luego de años de mala atención. Lo seguía sintiendo duro como una roca dentro de mí, pero ya me hallaba exhausta. Le pedí una tregua, no daba más y lo que no quería escuchar “Princesita, aún no acabe y no podrás tener tu muestra de esperma”, “Bueno pero entonces apúrese que debo irme”, “A no chiquita, a las apuradas no puedo, por mi edad necesito mi tiempo, lo único que puede sacarme una eyaculación rápida es ese pequeño pero delicioso culito tuyo”. Madre mía, que me empalara con semejante tronco, no quería ni pensarlo, sería capaz de partirme en dos, pero me lo acariciaba tan delicadamente y su lengua me jugueteaba tan bien en mi pardo agujero, que cedí pero poniéndole como condición que yo marcaba los límites y decía hasta donde podía enterrarlo y debía ponerme lubricante para hacerlo algo más fácil. Cuando estuvo todo preparado, hizo que con mis manos abriera mis nalgas me apoyara sobre mis rodillas y parado detrás de mí, primero me apoyo su puntero en el culo, lo que provoco un hormigueo y un calor impresionante, y luego muy lentamente fue empujando, en cuanto entro su cabezota, sentí que me hacía trizas, pero ya estaba tan loca que poco me importo, necesitaba más y lo obtenía mientras él seguía empujando, el límite no lo puse nunca y prontamente me hallaba enterrada hasta el fondo sintiendo como sus testículos golpeteaban mi culo y no pude más y saliéndome la perra de adentro le suplique “si, así rompeme el culo como nadie lo hizo”, sentir esa anguila en mi intestino a pesar de la molestia me hacía temblar de placer. Note, tal como me lo anticipo, que a los pocos minutos me estaba acabando, lamentaba tener puesto un preservativo para no sentir ese ardiente líquido correrme dentro del culo y quería perpetuar ese instante, pero solo gritaba sin parar “seguí, no pares, seguí cogiendome el culo por favor”, mientras su mano se deslizaba por mi espalda con una caricia que me derretía toda. Detuvo su ímpetu mientras yo seguía meneando el culo como para retenerlo un poco más, pero fue inútil, lentamente lo fue quitando y en forma desafiante y viendo me desencajada cara por el placer que me brindo me dijo “Sacame el preservativo, allí tenes tu muestra de semen”. Hubiera querido que me abrazara, me siguiera besando y acariciando, pero el deber profesional por sobre todo, sentada lo expuse a la luz y le dije retomando la compostura, “Sangre no hay, la cantidad es suficiente para un hombre de su edad, pero igualmente consulte a su urólogo”, pase al baño me higienice, me cambie y me fui no como llegue, ahora me iba por demás satisfecha. Cuando apoye me maltrecho culo en el asiento del auto sentí su trabajo pero no me importaba, me había cogido un verdadero caballero como no lo hacía mi esposo, ni siquiera ninguno de los jovencitos con los que salí antes de casarme. Si creen que aquí termino la historia, están equivocados, por la tarde y sin que me lo pidiera volví a su departamento con la tonta excusa de preguntarle como se sentía. Y se sentía de maravillas, volví a terminar con el culo una vez más roto por esa tranca de fuego, pero feliz, volvía a sentirme una mujer deseada y atendida, la misma atención que me brinda cada vez que paso con una tonta excusa cuando puedo hacerme un tiempito.

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